Boy Scouts of America señalado en más de 90 000 denuncias de abuso sexual infantil
La asociación estadounidense de Boy Scouts creó una estructura institucional ideal para el abuso sexual infantil.
Tuve suerte: mi experiencia personal con los Boy Scouts del Perú fue muy positiva y estuvo exenta de abusos de cualquier índole. Tampoco pude observar a otros ser abusados de ninguna manera. Sin embargo, los casos de abuso por parte de jefes scouts de ninguna manera son exclusivos de EE. UU.
En el Perú -solo por citar un ejemplo- el jefe scout Jean Carlo Castro fue condenado a cadena perpetua en 2018 por abusar de uno de sus scouts durante varios años. La víctima, cuyo abuso empezó cuando tenía solo 7 años, era amenazada por Castro para que no lo delate. Le decía que asesinaría a su madre. También lo golpeaba y amarraba cuando se resistía al abuso. Los detalles no podrían ser más escabrosos.
Como señala Pedro Salinas (“Y ahora, los Boy Scouts”, 11/12/17):
“El abuso sexual es siempre un abuso de poder. Usualmente derivado de una relación asimétrica, en la cual una de las dos personas, la víctima, se encuentra en situación de fragilidad o de inferioridad. Ya sea por una cuestión de edad o de confianza o por respeto a la autoridad”.
Levanta cualquier piedra y ahí los encontrarás. Los pederastas y abusadores de niños están por todas partes y se sirven de estructuras institucionales verticales y opacas -como la Iglesia Católica o los Boy Scouts of America- para llevar a cabo sus crímenes, pues ellas proveen a estos abusadores de protección e impunidad. En lugar de llevarlos ante la ley y separarlos de la institución de inmediato -como quien extirpa un cáncer-, estas instituciones consideran que deben protegerlos y ocultarlos para cuidar la imagen de la institución. Esta es una lógica depravada y absurda, como comprueba el hecho de que esas mismas instituciones han perdido todo su crédito precisamente por encubrir sistemáticamente a miles de pederastas. En realidad, son las planas mayores de estas instituciones -corrompidas por su propio poder y ambición- las que se están protegiéndose a sí mismas. Cuando estos encubridores se refieren a “la institución”, en realidad se están refiriendo a su conveniencia personal.
En el caso de los Boy Scouts of America, cuenta Salinas, esta organización sin fines de lucro tuvo conocimiento de varios cientos de casos de abuso (al día de hoy deben ser varios miles), pero 8 de cada 10 de estos casos nunca fueron denunciados ante la policía.
Por eso, estas instituciones se convierten en “imanes” para los pederastas:
Estos abusadores hacen un daño incalculable, pues destruyen la vida de sus víctimas, casi siempre indefensas, y las de sus familias, extendiendo el trauma y la enfermedad mental en nuestras sociedades. Los que se oponen a la educación sexual de los niños son, sin lugar a dudas, sus cómplices. Quienes desean mantener a toda costa las estructuras de poder tradicionales, casi siempre abusivas y verticales -es decir, los ultraconservadores-, son la mano derecha de los pederastas y varios tipos de abusadores.
Arreglos económicos y bancarrota
En abril de este año, Boy Scouts of America (BSA) acordó pagar 2 450,000 000 de dólares en indemnizaciones a 82 500 víctimas de abuso sexual (otras versiones rondan las 92 000). Es la mayor indemnización por abuso sexual de la historia de EE. UU.
Comenzando en 2020, la organización recurrió a las leyes de bancarrota del Estado de Texas, EE. UU., con la finalidad de poner coto al diluvio de denuncias que se estaban abriendo en su contra. El acuerdo fue aceptado por alrededor del 85% de los demandantes, quienes pueden elegir entre recibir (la pequeña suma de) 3 500 dólares o apelar a una mayor indemnización, la que podría tardar varios años en concretarse.
Estas leyes de bancarrota le permiten a BSA agrupar miles de denuncias individuales y crear un fondo de indemnización común, lo que podría facilitar su supervivencia económica. Naturalmente, la organización tendrá que reestructurarse para garantizar que estos abusos no vuelvan a suceder. Sin embargo, mientras no se le imponga un potente sistema de transparencia y responsabilidad penal por sus acciones y omisiones, esa reestructuración no funcionará y solo será cosmética.
Por suerte, entre 2019 y 2023, BSA ha perdido cerca de la mitad de sus miembros debido a las denuncias, y ahora solo cuenta con poco más de un millón. Sus ingresos dependen totalmente de la cantidad de asociados.
“Scout Master”
Para entender a fondo este caso, el documental “Scout Master” (2023), de la cadena Al Jazeera, es muy recomendable. En él se cuentan los crímenes de Charles “Jack” Walls III y el infierno que sus víctimas y las familias de sus víctimas tuvieron que atravesar durante varias décadas. Este pederasta abusó de decenas de menores aprovechando las facilidades y la impunidad que la organización de scouts le proveyó.
BSA permite a cualquier voluntario convertirse en jefe scout, sin siquiera solicitar un récord criminal o verificar su pasado. Luego, si delinquen y abusan de sus pupilos, la institución lo oculta. En el caso particular de Walls, nos encontramos ante un millonario que además contaba con muchas otras formas de silenciar a sus víctimas y gozar de impunidad.
(Si desea ahondar, este es el documental mencionado, que dura un poco más de 1 hora y está en inglés).
Walls -hoy cumpliendo cadena perpetua-, es un tipo completamente frío, calculador y carente de empatía o consciencia. En otras palabras, es un psicópata.
Hay quienes aseguran que llamarle psicópata al psicópata es disculpar sus crímenes o justificarlos. Esta es una lógica imbécil que impide a la sociedad reconocer la existencia y resguardarse de estas peligrosas entidades, los psicópatas integrados, y también impide que comprendamos la oscura raíz de una multitud de problemas que aquejan a nuestras sociedades y familias.
El psicópata carece completamente de las emociones que nos hacen humanos: sus cerebros son fisiológicamente incapaces de producir empatía, no tienen nada parecido a una consciencia, no entienden qué es eso de la moral y consideran todo lo anterior como “debilidades” humanas. El psicópata se considera a sí mismo superior y especial. Además, el psicópata nace psicópata y no se conoce de ningún tipo de tratamiento que pueda reformarlos.
Los psiquiatras explican que la psicopatía es, muy probablemente, una mutación genética y no un trastorno psicológico. El psicópata no sufre por su psicopatía, los que sufren son todos los que están a su alrededor.
En su calidad de mutación, el psicópata es una suerte de subespecie del homo sapiens. No debería sorprendernos que su existencia sea la consecuencia natural de unas sociedades ultracompetitivas e individualistas que premian la falta de escrúpulos y “éxito personal”. Se calcula que, a lo largo de su vida, los psicópatas integrados, como Charles “Jack” Walls III, pueden destruir psicológicamente -y a veces también físicamente- a decenas de seres humanos. Si ostentan un gran poder, esa cifra puede fácilmente multiplicarse.
Walls llevó a varias de sus jóvenes víctimas, boy scouts, al suicidio, y también llevó a otra de ellas, Heath Stocks, a asesinar a su familia luego de que el joven, después de años de abusos brutales, lograra por fin hablar con sus padres sobre ellos. Walls decía que había que matar aquello que no pudiera ser arreglado y amenazaba a sus víctimas con enterrarlas o quemarlas vivas.
Lo que mueve al psicópata es el deseo de poder y muchos de ellos disfrutan con el daño que hacen a otros. Sus principales víctimas suelen ser sus propias familias y tampoco conocen nada ni remotamente cercano al arrepentimiento, pero al mismo tiempo son carismáticos y saben cómo fingir normalidad, logrando integrarse y pasar desapercibidos para la mayoría.
Los psicópatas son excelentes manipuladores, pueden llorar y mostrarse como seres humanos empáticos si es necesario, pero solo es actuación. Muchos llegan a ser bastante populares, exitosos y hasta queridos por quienes no los conocen bien. La mayoría ni siquiera sospecha. Walls, por ejemplo, fue nombrado “Hombre del Año” por la Cámara de Comercio de Lonoke, Arkansas. Las primeras víctimas que osaron denunciar a Walls se convirtieron en parias dentro de sus comunidades. Por lo general, esas víctimas eran niños con graves problemas familiares que el psicópata aprovechaba.
Dentro del psicópata no hay nada parecido a una personalidad, sino solo máscaras sobre máscaras. Debajo de esta sucesión de máscaras no hay nada.
La mayoría de la sociedad parece preferir no reconocer la existencia de este tipo de sujetos, que pueden ser hombres o mujeres. Por su parte, los psicólogos y psiquiatras del mundo han fallado estrepitosamente en su deber de cuidar a la sociedad del psicópata integrado, sobre el cual ni siquiera advierten. Pero hay algunas notables excepciones.
Se sabe que la prevalencia de psicópatas aumenta enormemente en las cárceles y en las planas ejecutivas de las grandes corporaciones.
La imagen del psicópata como “Hannibal Lecter”, el personaje de “El silencio de los inocentes”, es engañosa, pues solo un pequeño porcentaje de los psicópatas operan de esa manera o terminan asesinando y canibalizando a otros seres humanos. A diferencia de lo que ese tipo de filmes propone, los psicópatas tampoco son más inteligentes que el común denominador.
Como dice el psicólogo Robert Hare, si usted conoce a un psicópata, corra. Desgraciadamente, muchas de sus víctimas y en particular sus víctimas infantiles, no tienen esa opción ni consiguen comprender a cabalidad qué es lo que está sucediendo en sus vidas.