El gobierno de las momias
La gerontocracia yanqui expone la decadencia de un poder hegemónico en caída libre.
“Mitch McConnell volvió a congelarse en público, el segundo incidente de este tipo en las últimas semanas (…) Se quedó allí en silencio… una sonrisa amable e infantil apareció en su rostro, probablemente por primera vez desde la administración Truman (…) En ese momento de inocencia amnésica, nunca podrías adivinar a cuántas personas ha ayudado a matar, cuánto sufrimiento ha ayudado a causar. Cuánta salud y prosperidad ha sustraído de la humanidad en su triste facilitación de la distopía corporativa”.*
-Caitlin Johnstone
“¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”
-Manuel González Prada, Discurso en el Politeama, 1888
De acuerdo con la Enciclopedia de Gerontología y Envejecimiento Humano, una “gerontocracia” es un sistema político en el que los más viejos ostentan una influencia desproporcionada sobre los procesos políticos. El término fue usado por primera vez en Francia durante el siglo XIX para atacar a un envejecido Parlamento.
Esta forma de gobierno era común en el pasado. Los romanos le llamaron Senado -Senatus-, que proviene de senex (“viejo”), a su concejo de gobernantes, mientras que Platón consideraba que la edad correcta para acceder a puestos de poder no debía ser menor a 50 años. Hablamos de tiempos en los que llegar a viejo era bastante más raro que en la actualidad.
Pero la gerontocracia yanqui es bastante más vieja que el mínimo propuesto por Platón: Joe Biden tiene 80 años; Nancy Pelosi, parlamentaria y una de las lideresas del Partido Demócrata, tiene 83. El ya mencionado McConnell tiene 81. Todos ellos, por cierto, son multimillonarios. Otro hombre que amasó un poder político enorme es George Soros, que acaba de hacer noticia al anunciar su retiro a los 93 años. El gran consejero y asesor geoestratégico histórico del Departamento de Estado de EE. UU., Henry Kissinger, ¡sigue activo a los 100!
Puede que Kissinger -ese notorio criminal de guerra-, sea un genio de la política internacional, lo que explicaría su larguísima carrera. Pero, ¿podría decirse lo mismo de hombres como Joe Biden o Mitch McConnell?, ¿no serán, en su lugar, excelentes servidores del establishment, de Wall Street, el complejo industrial-militar y las grandes corporaciones?
En el video de abajo (en inglés), un joven Joe Biden explica que “estaba listo para prostituirse a los grandes donantes” -las grandes corporaciones y multimillonarios que financian las carreras de los políticos más importantes de EE. UU. y buena parte del mundo-, “pero ellos no aceptaron porque aún era muy joven”.
“Regresa cuando tengas 40, hijo”, dice Biden que le contestaron los representantes de los intereses ante los que se quería prostituir. Sí, todas estas son sus palabras; dijo todo eso textualmente. El video parece ser de 1974, cuando el actual presidente-prostituta de EE. UU. tenía 32 y estaba presentándose al Senado de su país.
A diferencia de la prostitución normal, la de naturaleza política no parece tener una edad de caducidad. A pesar de sus continuas muestras de senilidad y desorientación (he recopilado algunas en los videos al final de este artículo), los poderosos clientes de Joe Biden siguen prefiriendo sus servicios e insisten en que vuelva a competir por la silla principal en la Casa Blanca el próximo año. Todo indica que su contendor será Donald Trump, el republicano de 77 años cuya riqueza asciende a USD 2 500 000 000 (¡la humanidad está jodida!).
Y claro, Biden se presentará a las elecciones porque los adictos al poder solo dejan su droga favorita al morir o cuando las fuerzas o la cordura los han abandonado del todo.
“¿Quién está al mando?”, se pregunta el medio Libertad Digital en el video de abajo, una breve compilación de sus deslices. La respuesta es sencilla: EE. UU. va en piloto automático luego de décadas de practicar una política orientada al beneficio de los más ricos y determinada por la banca, las grandes corporaciones y sus lobbies multimillonarios a los que Biden se vendió hace medio siglo. En el penúltimo video, Biden se queda dormido en plena entrevista con el ex Primer Ministro israelí Naftali Bennett. Finalmente, el presidente de EE. UU. insulta a un periodista.