Dorothy Kilgallen: "suicidada" mientras investigaba el asesinato de JFK
Kilgallen sabía demasiado. Sus coetáneos, incluyendo a Ernest Hemingway, la consideraron una escritora e investigadora genial. Esta es su historia.
Introducción
El 15 de diciembre de 2022, el gobierno de Joe Biden desclasificó miles de documentos relacionados a uno de los asesinatos más importantes del siglo XX: el de John F. Kennedy, 35avo presidente de Estados Unidos. Pero el Ejecutivo estadounidense se guardó varios miles de documentos que aún permanecen inaccesibles, a pesar de que una ley emitida en 1992 obligaba al gobierno a hacerlos públicos.
Como bromeara alguna vez el gran estadista -y criminal de guerra- Henry Kissinger, en Estados Unidos “lo ilegal lo hacemos inmediatamente, lo inconstitucional lleva un poco más de tiempo”. Así pues, para quienes estamos interesados en saber quién mató a JFK -pues el cuento de Lee Harvey Oswald no nos convence-, lo mejor será esperar sentados (y quizás leyendo un buen libro sobre propaganda).
Este extremo secretismo -que continúa a casi 60 años del evento- parece tener por objetivo ocultar el rol que agencias gubernamentales como la CIA y el FBI podrían haber tenido en el magnicidio, un verdadero parteaguas en la historia reciente.

John Fitzgerald Kennedy fue baleado el 22 de noviembre de 1963 a las 12:30 p.m., en Dallas, Texas, cuando se encontraba en una gira política. A la sazón, el popular presidente tenía 46 años e iba acompañado, entre otros, de su esposa, la Primera Dama Jacqueline Kennedy.
Unas horas más tarde, un exmarino estadounidense llamado Lee Harvey Oswald fue arrestado en un cine cercano y señalado como el asesino.
La hipótesis oficial sostuvo que Oswald había actuado solo, disparándole a Kennedy con un rifle de francotirador desde el sexto piso de un edificio público con vista sobre la calle Elm, por donde pasaba la comitiva presidencial. Sin embargo, esta versión de los hechos ha sido puesta en duda por cuanto investigador ha intentado develar los detalles del magnicidio.
De acuerdo con una encuesta de 2013 realizada por Gallup (imagen abajo), la mayoría de estadounidenses considera que la historia oficial está equivocada.

Conspiración
Aunque la Comisión Warren -creada para investigar el hecho- pretendió confirmar que Oswald había actuado solo y no había más que indagar, los investigadores independientes especulan (o aseguran) que el asesinato fue consecuencia de una conspiración entre el gobierno federal de EE.UU. y elementos del crimen organizado.
El asunto se volvería incluso más oscuro y sospechoso luego del asesinato de Oswald a manos de Jack Ruby, sucedido el 24 de noviembre de 1963, es decir, a solo dos días de la muerte de JFK. Ruby le disparó a Oswald cuando era trasladado por la policía, en un caso que despertó acusaciones de negligencia por parte de las fuerzas del orden. Como veremos abajo, la investigadora Dorothy Kilgallen centró buena parte de sus pesquisas en la figura de Ruby.

En la página de Wikipedia sobre la investigación hecha por la Comisión Warren encontramos sus conclusiones, casi todas objetadas sistemáticamente por los investigadores independientes. Hemos resaltado la número 3, que se refiere a lo que los objetores bautizaron como la “bala mágica”. Este punto ha sido duramente atacado por los críticos, pues sostiene que una de las balas supuestamente disparadas por Lee H. Oswald recorrió un camino e hizo unos giros bastante dudosos -por no decir imposibles-.
Mi propia experiencia analizando la propaganda del gobierno estadounidense me lleva a asegurar que, en muchos casos -y de manera algo paradójica-, las agencias federales de EE.UU. no se esfuerzan demasiado a la hora de engañar a la ciudadanía. En otras palabras, los tratan como a niños y les cuentan historias inverosímiles, sin preocuparse demasiado de que tengan sentido. El poder, pues, nos prefiere tontos e infantilizados.
Este es el supuesto camino que habría tomado la “bala mágica” presuntamente disparada por Oswald contra Kennedy, que impactó también en uno de sus acompañantes (el político conservador John Connally):

Los interesados en conocer más sobre las teorías alternativas sobre este histórico magnicidio -y sobre cómo funciona realmente el poder en “América”-, deben acercarse a libros como The Devil’s Chessboard: Allen Dulles, the CIA, and the Rise of America’s Secret Government, escrito por David Talbot, a la película JFK (1991), de Oliver Stone, así como a sus documentales al respecto (como JFK Revisited: Through the Looking Glass; ver video en castellano, abajo), que también valen bastante la pena. Sus conclusiones aseguran que el asesinato fue llevado a cabo por varios tiradores, todos asociados al crimen organizado y con el conocimiento de elementos de la CIA.
Un último dato curioso antes de pasar a Dorothy Kilgallen, protagonista de este informe. Uno de los mafiosos que, presuntamente, habría formado parte de los tiradores que asesinaron a JFK, es nada más y nada menos que el padre del famoso actor estadounidense Woody Harrelson:
Dorothy Kilgallen
Kilgallen, nacida en 1913, fue una exitosa periodista e investigadora que mezclaba temas relacionados a Broadway (espectáculos) con temas un poco más serios, como los referentes al crimen organizado en EE.UU. Sus columnas eran publicadas en más de 140 diarios hacia fines de la década de 1930. El New York Post la llamó “la voz femenina más poderosa de América”. Ernest Hemingway, por su parte, la consideraba “una de las más grandes escritoras del mundo”. Su fama ha sido comparada con la de la presentadora de noticias Oprah Winfrey.
Hoy, sin embargo, es una figura casi totalmente olvidada.
Kilgallen, que se hizo famosa también por su participación como panelista en el programa de televisión “What’s my Line?” y varios programas radiales, fue hallada muerta en su casa de Manhattan el 8 de noviembre de 1965. Su muerte fue atribuida a una sobredosis de alcohol y barbitúricos (depresores del sistema nervioso) y decretada como un accidente. También se consideró la posibilidad de un suicidio.
Extrañamente, varios diarios aseguraron que solo se encontraron “cantidades moderadas” de alcohol y pastillas en el cuerpo de Kilgallen, que había empezado a investigar el asesinato de JFK a fines de 1963, centrándose en la figura de Jack Ruby, el asesino de Lee Harvey Oswald.
Poco antes de su muerte, Kilgallen le dijo a un amigo cercano, Charles Simpson, que si las personas equivocadas se enteraban de lo que ella sabía sobre el asesinato de JFK, esto podía costarle la vida. Más temprano que tarde, sus investigaciones y declaraciones como la mencionada suscitaron sospechas de que, en realidad, su muerte se había tratado de un asesinato.
De acuerdo con el periodista y autor de una treintena de libros, Mark Shaw, entre los sospechosos del posible asesinato de Kilgallen se encuentran J. Edgar Hoover -el polémico (por decir lo menos) director histórico del FBI-, un capo de la mafia llamado Carlos Marcello y… ¡Frank Sinatra! Para quienes no lo saben, el famosísimo cantante hijo de inmigrantes italianos tenía cercanas conexiones con mafiosos prominentes como Charles “Lucky” Luciano, Sam Giancana, Frank Costello, “Bugsy” Siegel, Mickey Cohen y, además, era enemigo de Kilgallen, que lo conocía personalmente y había escrito críticamente sobre él.
Otro amigo íntimo de la periodista, Marc Sinclaire, asegura que Kilgallen estaba asustada en los días y semanas previos a su deceso, llegando incluso a hacerse de una pistola para su propia protección.

¿Qué sabía Kilgallen?
Como dijimos, la famosa periodista se dedicó, sobre todo, a investigar a Jack Ruby, que para más señas era dueño de un strip-tease de Dallas. Según sus reportes, Ruby -también relacionado a la mafia- “conocía a todos los policías (de esa ciudad)”, lo que aparentemente facilitó su acercamiento a Oswald el día de su asesinato.
Un reporte editorial del National Guardian (Agosto, 1964) que reúne información reportada por Kilgallen y otros, menciona estas declaraciones de Ruby para la Comisión Warren:
“He sido utilizado para cierto propósito y sucederá un evento trágico… cuando usted (Earl Warren) salga de aquí, estoy acabado, mi familia está acabada. No volverá a verme, se lo aseguro…” (el paréntesis es mío).
Como explica el ya mencionado investigador Mark Shaw en su libro “The Reporter who Knew Too Much” (capítulo 28), las pesquisas de Kilgallen parecen haber determinado que Oswald había trabajado en el club nocturno de Ruby, donde además ambos hombres habían tenido sospechosas reuniones con gánsteres en los días y semanas previas al asesinato de JFK. Lo hallado por Kilgallen iba a ser publicado en un libro que, debido a su sorpresiva muerte, jamás llegaría a ser publicado.
Kilgallen también había determinado que la defensa legal de Ruby -que había decidido utilizar el argumento de que el asesino de Oswald sufría de desórdenes mentales-, era “una farsa”. El abogado de Ruby era Melvin Belli, conocido por sus relaciones con el mafioso Carlos Marcello y muchos otros gánsteres de la más alta jerarquía.
Con Ruby, hampón de poca monta al servicio del crimen organizado, bajo control gracias a los abogados de la mafia, la periodista que sabía demasiado constituía un “cabo suelto”, pues seguía indagando en las relaciones poco conocidas entre Oswald, su asesino y mafiosos enemistados a muerte con la familia Kennedy (en especial con el hermano de JFK, Robert F. Kennedy, que había llevado a cabo una intensa persecución en contra del “Sindicato”, como era conocido un poderoso consorcio de gánsteres conectados con J. Edgar Hoover, director del FBI).
Como explica Mark Shaw en el libro ya mencionado (de 2016):
“Con JFK eliminado, Bobby impotente (por la muerte de su hermano), y un LBJ (Lyndon B. Johnson) amigable con la mafia en la Casa Blanca, el “Don” de la mafia (Marcello) quedó a salvo de la deportación. Sólo existía un problema: Dorothy Kilgallen, que siguió indagando en las muertes de JFK y Oswald. Que Kilgallen llamara gánster a Ruby en una columna daba credibilidad a las sospechas de que estaba conectado con el inframundo. …Kilgallen había estado (hablando de) una "conspiración" en torno a JFK y (creía que) los asesinatos de Oswald tenían todas las características de una operación mafiosa exitosa, basada en la venganza” (los paréntesis son míos).
Jack Ruby murió en 1967 de embolia pulmonar en el mismo hospital en el que antes habían fallecido JFK y Oswald, el Parkland Memorial Hospital de Dallas.
Si la CIA, el FBI -y en general, el Estado Profundo estadounidense- no están directamente relacionados con los hechos aquí expuestos, ¿por qué tanto ahínco en ocultar la verdad del asesinato de JFK y la plétora de eventos relacionados?
Al conocer la historia de Dorothy Kilgallen y otros periodistas “suicidados”, como Gary Webb, entendemos que hacer verdadero periodismo puede ser una de las prácticas más peligrosas del mundo.
Sobre JFK, quizás tengamos algo de suerte y el sucio gobierno estadounidense suelte algunos documentos relevantes en 2063, cuando se cumpla un siglo del magnicidio que sacudió al mundo.
“El infierno está vacío y todos los demonios están entre nosotros”. - W. Shakespeare.